Hoy he madrugado más de lo normal.
Me he metido en Internet, para buscar información sobre la fundación Roche.
Y…….. ¡SORPRESA!, tachan, tachan, ¿quién es la cabeza visible?
Un tal Frank Rossi, quien según las fotos, es el mismo Director de esta Institución.
Me sorprende en mis investigaciones: Sara, Preciosa Sara, Angelical Sara, Divina Sara.
Ninguna mañana, con todo su esplendor se puede comparar con ese aroma natural, de frescura, de horizonte marino, de sol radiante con perfume de roció.
Me piernas las tiemblan, los ojos me se cruzan, y empiezo a hablar como el abuelo enano del bastón de la Guerra de las Galaxias.
Tengo que cambiarme la camiseta.
Se ha llenado de babas.
Creo que me estoy enamorando, ¿Y quién no con eso ojazos que se gasta mi niña?
Me pregunta por la huerta, y la invito a que vea lo que hemos trabajado.
Como es demasiado pronto y tiene tiempo de sobra, se decide a ver los avances.
Empieza a revolver papeles y a buscar por todas partes.
¿No sé donde he dejado las llaves?
Como no aparecen, del archivo y de un panel colgado en la pared coge una copia.
Si no las encuentro tendré que hacer otra copia.
La huerta está en pleno apogeo.
Todo plantado, y de momento no se han notado muchos las bajas: un par de lechugas chungas de las que ha dado cumplida cuenta Arzak-come tierra-plantones de tomates, y otras lindezas.
Tengo a varios colegas desmontando unos palés para el compostador.
Amenaza lluvia para esta tarde.
Sara se vuelve a su trabajo, y se despide con un par de besos.
Abucheo general por parte de los presentes.
La veo perderse entre la niebla de mis ojos, y me sabe mal que haya perdido las llaves que estaban puestas en la puerta y que por arte de magia han pasado a mi bolsillo.
Pero es que son parte de mi plan de fuga.