sábado, 25 de septiembre de 2010

LA COMETA (diecinueve)

Como esta tarde se ha puesto a llover intensamente, nos vamos a matar el tiempo a la sala de manualidades.



Sarkozy se ha  empeñado en hacer papiroflexia, y nos está ensañando a todos la famosa técnica de hacer sombreros de papel.




¡Qué graciosos estamos todos con el gorrito en la cabeza!










Y ahora pasamos a algo más complicado: pajaritas y barcos de papel, pero yo prefiero el clásico avioncito, que es como más entretenido.


Aquí la gente se anima en seguida, y en un rato se llena el aula de aviones que parece el ataque de Pearl Harbor contra los barcos.

Una dura batalla de papel.



Como tenemos cañas de los tutores muy finas, se me ocurre la idea de hacer un cometa, por lo que me pongo manos a la obra, rodeado de un montón de curiosos que siguen mis pasos con gran expectación.






Cordel fino,  papel, pegamento, algo de habilidad y un poco de paciencia, de eso tenemos bastante.


Tras varios intentos de recortar el papel sin dejarme los dedos, y conseguir a la vez recortarme las unas (me hacía falta, y ya aprovecho el tirón), le doy forma y concluyo el trabajo con rotundo éxito, cosa celebrada con gran alborozo, como es habitual.


De la cola (de la cometa) se encarga Sarko, que es un experto en eso de doblar el papel.


Solo falta darle un dibujo y el Señor Aarón sugiere La Basílica del Pilar, pero como es muy laborioso, por votación popular y por mayoría se decide pintar un caballo (y yo me pregunto el porqué) pero así es la Democracia.



Un voluntario se pone a la labor y con sumo tacto y precisión, de cuatro trazos dibuja el “caballo “, y con cara de satisfacción nos pregunta  ¿qué nos parece?, algunos miran para el techo, otros se ponen a silbar y el resto se queda con cara de circunstancia.


A mí la verdad, me parece una vaca, a no ser que los caballos tengan cuernos.







Parece que va amaniando, por  lo que esperamos que se seque la pintura al agua, y ya de paso fregamos alrededor de la mesa, que Picasso lo ha puesto perdido, aparte de algunas salpicaduras en la pared con sus agiles movimientos de pincel, pero tampoco se notan mucho a simple vista.


Ahora que me fijo, a algunos de los curiosos les han salido pecas que antes no tenían.



Todos pendientes que salga un claro entre las nubes, con los ojos bien abiertos, pegados a los cristales como un niño en el escaparate de  una pastelería o un jubilado mirando el precio de la merluza de pincho.



Silencio sepulcral.



Y de repente, el cielo se abre, mostrándonos su  maravilloso color azul.

En tromba a la calle todo el mundo, que casi me rompen la cometa.

 Me sitúo en una zona despejada entre la huerta y la valla metálica, y con un dedo (chupado previamente) controlo la dirección del viento, girando sobre mí mismo, acción esta imitada por la mayoría de los presentes quienes de lejos, controlan mis movimientos.






Varios de  los  que han cogido inercia, se han caído al suelo a la quinta vuelta.

Con la inestimable ayuda de Marcelo (el mudo), que me sujeta la cometa a cierta distancia de la valla, suelto cordel, y espero a que venga una racha de aire.

Varios intentos fallidos con la decepción generalizada de los espectadores, hace que la precipitación del evento, se torne a paciencia.

Como gratitud a la espera, una ráfaga de aire se acerca por mi espalda, y a una señal mía, Marcelo lanza hacia arriba con todas sus fuerza las cometa, la que en un principio duda en echarse a volar, dejándonos a todos con un nudo en la garganta y sin respiración, viendo como después de titubear por unos instantes, se eleva lentamente por encima del horizonte.

Dominada la situación y  empujada por el viento, suavemente se balancea en el cielo, y hasta el caballo/vaca parece que se ríe.






Suelto cordel, y la cometa sobrepasa los límites de las dos vallas, como en un giño de cómplice  libertad.


Después de un rato de disfrute visual y estando  como a metro y  medio de la valla principal, corto el cordel y le hago un ovillo hasta recuperar la cometa.


Me guardo el ovillo de recuerdo del momento.


La cometa se queda en la sala de manualidades, en un sitio privilegiado hasta su próximo vuelo.