miércoles, 15 de septiembre de 2010

CARACOLES ( catorce )



La luz va entrando tímidamente por la ventana.


Estoy desconcertado, pues no sé donde me encuentro.

Me incorporo con dificultad, pues me duele todo el cuerpo, y en la cabeza tengo un zumbido constante, como si hubiese dentro cien  mil abejas.


Poco a poco, la vista se va acoplando a la luz de la habitación, está amaneciendo.

Me doy cuenta que estoy en un hospital o parecido, y a mi lado, dormida en un sillón está Sara.



Necesito ir al baño, y con mucho esfuerzo me bajo de la cama.




Intento buscar la luz del aseo, y cuando abro la puerta para entrar, me percato que es un armario.

Está al fondo de la habitación.

No me queda más remedio que sentarme, pues al levantar la tapa, me he quedado pegado con la cabeza en la pared, doblado como un siete.


Tengo una venda sobre la frente, la que se ha aflojado y me impide la visión parcialmente, como el caballo de un picador, más o menos.



Necesito respirar aire fresco y salgo de la habitación.

Salgo a la puerta de la calle y  veo que sigo en la Institución, alojado en la sala de curas, según pone en un cartel pegado a la pared, pero no hay ningún sacerdote a la vista.


El sol ya ha despuntado sobre la parcela, y la tierra parece seca.




Una mano sobre mi hombro me saca de mis pensamientos, y el susto hace que me espabile del todo.



Es Sara, quien me pregunta ¿qué tal estoy?



Esta preciosa sin gafas y ese pelo revuelto.

Me pone una manta por encima y me dice que vuelva a la cama que hace fresco.



Y la verdad que hace una rasca de c………nes, y  yo en pijama y nada por debajo.


Un pijama de rayas rojas y blancas, parezco del Atlético de Madrid, y si la foto fuera en blanco y  negro, de Auschwitz.

Mejor esto que uno de diseño de Ágata R, De La Prada, que eso si es de Juzgado de Guardia.




Me dice Sara, que llevo casi 24 horas, inconsciente, y que al parecer me he caído de la cama, de cabeza, y que tengo que estar en observación otras 24 horas, por si hay secuelas.



Aparte de huevo que me ha salido en la frente, no creo que haya consecuencias, porque he caído de cabeza.
No sé como habrá quedado el suelo, igual empiezo el túnel por el agujero.





Se aliña un poco, y me dice que se marcha a trabajar, que tiene muchas cosas pendientes.

No tengo palabras de agradecimiento.



Se sienta conmigo al borde de la cama, y pasándome los dedos por el pelo, y a traición me da un beso 
rápido en la boca, se levanta y se marcha, dejándome el rastro de su sabor y el aroma de su sencillez.
























Desaparece tras la puerta iluminada por los rayos de sol, como si de un Ángel se tratara.



Qué suerte tiene su gato Benetton.


Se me nubla la vista de la emoción y porque la venda se acaba de aflojar del todo.
Me vuelvo a quedar dormido, pensando que hoy es el mejor  día de mi vida.



Ya no me duele nada.



Me despierta un tipo con barba y bigote, quien es acompañado  por una mujer, ambos dos vestidos con batas blancas.

Son el Médico y la Enfermera, que me dicen que ando bien, de tensión glucosa, y otras cosas que no me acuerdo.



Que no he tenido ningún episodio epiléptico, ni cosas raras o de preocupación.

Reposo y mañana, salvo complicaciones o superior criterio, lo llevo bien.

Me preguntan que si tengo alguna pregunta y les pregunto ¿que cuando se desayuna aquí?
Y se van sin decir nada.

¿Entonces para que me interrogan?

Tostadas con mantequilla y mermelada, zumo de naranja, tazón de café con leche que dura un suspiro.

Todo un lujo en esta Institución.


Ya que calienta el sol, recuperadas la fuerzas y viendo movimiento en la calle, no me puedo quedar en la cama.


Saludos gratificantes, palmadas en la espalda, aleluyas, cucamonas y zarandajas por pate de los presentes, que se alegran un montón de verme.

Con  tranquilidad, me acerco hasta la parcela para evaluar cómo está la cosa.

¡CARACOLES POR TODAS PARTES!
La invasión de los caracoles asesinos.




Hay que buscar una drástica solución:

Y se enciende la bombilla:


PRIMER CAMPEONATO DE CARRERAS DE CARACOLES







La idea ha caído como una bomba y todo el mundo se anima a participar.













Se va seleccionando los participantes.

En un cubo voy echando los que no dan la talla.

No vale las piedras huecas, los caracoles que no tienen bicho y los bichos que no tienen cáscara.



Han llegado a la final doce participantes, los que concursarán en dos categorías: sénior y junior.

Los caracoles que no participan (los del caldero) pasan a la cocina.


Nos pasamos toda la mañana, preparando la pista de pruebas, las bases, los entrenamientos para la parrilla de salida, los boxes, los premios, la botella de cava (gaseosa) para el campeón.


A la hora de la comida, Sara, se acerca con un carrito de la compra.

SORPRESA: conejo con caracoles y setas.
Una botellita pequeña de vino para los dos.
Fresas con nata.

Y  yo pensando en fugarme.



1 comentario:

  1. Ayyy redios jajajaja

    A este paso acabas llamando Sara a Merche jajajaja

    Besotes

    elvi

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